Nació en San Juan el 21 de mayo de 1945. Su padre, Héctor Rómulo Valenzuela fue uno de los fundadores del bloquismo sanjuanino, diputado provincial y primer secretario de la embajada argentina en Moscú. “Tulishka” (como cariñosamente lo apodaba su grupo familiar), “Tucho” (como luego le dirán sus compañeros de militancia), se vino a estudiar Derecho a Buenos Aires. Allí conoce y se casa con la jujeña Alcira Graciela Fidalgo. Eso fue en 1970. Comienza su militancia en Acción Revolucionaria Peronista (ARP), luego de conocer a Alicia Eguren, la viuda de John William Cooke. Dos años más tarde, ya peronista y montonero, para el mes de octubre, es apresado y torturado salvajemente (estuvo 4 meses paralítico), luego lo encarcelan en Trelew. De allí saldrá en mayo de 1973 con la amnistía presidencial. Su suma al trabajo organizativo de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) en Morón, provincia de Buenos Aires. En enero de 1974 se separa de Alcira Fidalgo, de común acuerdo. La traición de la burocracia sindical y la partidocracia liberal justicialista no lo apartan ni un instante de su camino: sigue en la lucha. Como oficial montonero es uno de los ejecutores del General de División (RE) Jorge Esteban Cáceres Monié en Paraná, el 3 de diciembre de 1975. (Cáceres Monié: ex “Revolución Libertadora”, ex represor de trabajadores en el frigorífico “Lisandro de la Torre” en enero de 1959, ex Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército y ex jefe de Policía de la dictadura militar del General Lanusse, cuando secuestran y desaparecen en Capital Federal a Juan Pablo Maestre y Mirta Misetich, su esposa). Valenzuela, luego se suma a la resistencia armada contra la dictadura militar. Es apresado en Mar del Plata, el 2 de enero de 1978, en la puerta de la tienda “Los Gallegos”, junto a su nueva pareja, la rosarina Raquel Negro embarazada de 5 meses y de mellizos. Lo entregó el que hasta entonces era su mejor amigo en la “orga”, Carlos Laluf. En cautiverio pasa por una instancia insólita. Dejemos que él mismo la cuente, en la carta que le dejó a su otro hijo Esteban (“Quinqui”) para que este la leyera cuando fuera grande. “De allí fuimos trasladados a Rosario, donde en una quinta de la localidad de Funes, un grupo de traidores de nuestro Movimiento, quebrados por la tortura y su individualismo, trabajaba para el enemigo. Trataron de comprarnos para sus fines, dirigidos por el general Galtieri. El objetivo era que yo, jefe del partido en Rosario, facilitara la infiltración en el mismo y el asesinato de Firmenich y otros dirigentes. Nos ofrecieron a cambio nuestra vida y nuestra libertad. Si no aceptábamos nos matarían a tu madre y a mí (…) Tu madre y yo discutimos la situación y resolvimos simular que colaborábamos con el plan, para que yo pudiera viajar a México y avisar a nuestros dirigentes de lo que se tramaba. Quedarían como rehén tu madre, amenazada de muerte, y hasta tu propia vida correría riesgos, pese a que logramos enviarte con tus abuelos. Nuestras convicciones patrióticas no nos harían dudar, pero el cariño que nos teníamos nos haría sufrir mucho. No nos veríamos más porque las bestias enemigas difícilmente iban a dejar con vida a Raquel. Ella decidió su propio sacrificio y aceptó todas sus posibles consecuencias. Engañamos a enemigos y traidores y yo encontré la oportunidad de fugarme en México y denunciarlos allí y en Europa generando un escándalo internacional. Los asesinos que viajaron conmigo fueron capturados por un gobierno amigo y desenmascarados…”. Tucho Valenzuela pese a ese gesto de heroísmo fue despromovido en su organización. No se amilanó y volvió a ingresar al poco tiempo a la Argentina para seguir la lucha contra la dictadura militar-oligárquica. Hay una versión que dice que murió “empastillado” en el aeropuerto de Posadas, Misiones; es decir, tomó su pastilla de cianuro para no caer con vida y ganarles también ahí, la última batalla al enemigo. Raquel Negro, se supo, fue asesinada por sus captores en represalia. Algo más sobre “Tucho” Valenzuela: en diciembre de 2009, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron la recuperación del nieto número cien, de nombre Matías; hijo de “Tucho” Valenzuela y Norma Espinosa. La historia fue así: él la conoció a ella a mediados de 1974, luego de la primera salida de la cárcel, mientras militaba en la Columna Oeste de Montoneros por la zona de San Justo. A fines de 1974 empezaron una relación de pareja; la organización trasladó a Valenzuela a Santa Fe y Norma lo acompañó. En julio de 1975 ella quedó embarazada, pero enseguida se separaron. Norma volvió a Buenos Aires, se desconectó de la militancia y se fue a vivir a la casa de sus padres, a la espera del nacimiento de su hijo. Matías nació el 6 de marzo de 1976 en Lomas de Zamora. A los 6 meses su madre organizó un encuentro con el padre porque quería que éste conociera al bebé, pero “Tucho” no pudo darle el apellido a su hijo en ese momento, como sucedió con muchos otros militantes políticos, por la situación de clandestinidad en que se encontraba.