Fue dirigente de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN). Médico psiquiatra. Hombre de una razonable fortuna, vivía en un lugar lujoso y vestía como un dandy, con bombín y bastón incluido. Nadie podía llegar a pensar que era integrante del grupo proto-montonero de ésta Capital en el que también militaban José Sabino Navarro y el “Pinguli” Hobert. Como Tito era espástico, cuando “El Negro” Navarro fue perseguido (luego de la muerte de Aramburu, 1970) , lo adoptó como chofer, con uniforme y todo, para que manejara su flamante Kaiser Carabela negro lustrado. Una cubierta para sus vecinos que además resistía cualquier control policial caminero. En su libro “Montoneros: la buena historia” cuenta José Amorín: “Tito había comenzado a deprimirse. Situación que no era ajena a su discapacidad física y la consiguiente imposibilidad de participar en las unidades de combate. Si bien hizo de chofer en algún operativo, a partir de la unión con el grupo de Abal Medina, fue excluido; se consideró que su discapacidad, en caso de tener que fugarnos a pie, podía poner en peligro a sus compañeros. Ser excluido de las unidades de combate significaba que no podía participar en operativos militares. Pero, más aún, significaba la imposibilidad de participar en los ámbitos de conducción política, limitación que para un tipo de la lucidez política de Tito resultaba fatal. Según me contó Hilda Rosenberg, a su suicidio también contribuyó la existencia de un amor imposible”. El suicidio ocurrió en 1971.