Le decían “El Tanque” por la energía que imprimía a todos sus trabajos. Nació en La Plata el 25 de agosto de 1912. Estudio en el Colegio Nacional de esa ciudad. De adolescente trabajó en uno de los frigoríficos de Berisso como peón; y con motivo de esa experiencia más adelante –como se vera- escribirá una novela. De esa experiencia laboral recuerda “… la estafa que de su trabajo hacían a nuestros trabajadores los tremendos monopolios internacionales, sin patria ni bandera, y el despojo de la riqueza argentina realizado impunemente con la complicidad de los gobiernos cipayos”. Y en el mismo repertorio de ideas y denuncias escribió en 1935, “Carne de fábrica” alegato antiimperialista cuyas conclusiones sirvieron al doctor Lisandro de la Torre, en el famoso debate acerca del comercio de carnes. Velázquez, adhirió a las ideas que llevaba adelante la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) y colaboró en la campaña electoral por Perón presidente para las elecciones del 24 de febrero de 1946. Escribe un “Plan de Gobierno” en 1946 para el Partido Laborista, entonces, la herramienta electoral del líder surgente. Seguramente estuvo presente en Plaza de Mayo el 17 de Octubre de 1945 si nos atenemos a lo escrito por su pluma en “El Juramento”. En una nota que para entonces eleva a un funcionario superior de gobierno en la provincia de Buenos Aires para fundamentar su renuncia al cargo Oficial de Cuarto de la Junta Electoral, escribe, que en política “no se anda en connivencia con el enemigo, porque tarde o temprano la traición es el fruto con que el diablo paga esa debilidad contemporizadora”. Hubiera sido bueno que esta declaración de principios la hubiesen leído en todas las épocas posteriores tantos “peronistas” que se definían ante la coyuntura que los envolvía, como colaboracionistas, dialoguistas, participacionistas, etc. con el poder de turno. Durante el gobierno popular de aquel entonces, Velázquez fue vocal de la Comisión Nacional de Cultura y más tarde, presidente de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (1950-1955 y nuevamente en 1973). En diciembre de 1950, recibió de manos del gobernador Domingo Mercante, el premio “a la labor creadora de los intelectuales, investigadores y artistas bonaerenses” por su novela “Pobres habrá siempre” de contenido social; primer premio que compartió nada menos que con Raúl Scalabrini Ortiz (“El hombre que está solo y espera”). Al agradecer el premio expresó: “¿Qué extraño puede ser entonces el que, desde muchachos, hayamos puesto nuestra capacidad al servicio de los desheredados de la tierra? ¿A quién podría extrañarle que nos hayamos enrolado en la gran Revolución Nacional argentina desde sus albores, fieles a nuestros ideales de redención humana?”. Escribió otros dos libros de signo peronista. Uno de ellos fue “Los años conmovidos” (1949), dedicado por el autor “al genial conductor del pueblo argentino, el Sr. Presidente de la Nación Juan Domingo Perón, a la camarada Evita, con el fervor y el cariño de uno de sus principales soldados de la Cruzada Revolucionaria Justicialista”. El otro texto data de 1951, se titula “Dos letras milagrosas” –en referencia a E.P.- y se refiere al trabajo social inigualable que llevaba a cabo la Fundación Eva Perón. Creada la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (SEP) el 24 de octubre de 1946, Luis Horacio será presidente de la misma un año más tarde. Volviendo a su trabajo en la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares durante su primera gestión, hay números que asombran: el incremento de lectores en un año –de 1951 a 1952- fue de 460.000 personas a casi 5.800.000. En 1952 se distribuyeron 365.504 libros (la cifra más alta desde que Sarmiento fundó la Comisión). Se crearon así mismo 34 bibliotecas para obreros en las delegaciones regionales de la Confederación General del Trabajo (CGT) y 44 en diversos sindicatos. También en transatlánticos y barcos petroleros argentinos, en distintas unidas del ejército, hospitales y cárceles. Del mismo modo “Bibliotecas Circulantes 17 de Octubre” en muchos barrios populosos de las zonas vecinas a la gran ciudad de Buenos Aires, donde la gente se agolpaba ávida de lectura. Bajo su dirección los ejes a cumplir fueron: protección a la industria argentina, reivindicación del pensamiento nacional y el libro como artículo no suntuario. Llegado el gobierno de facto en 1955 debió renunciar a su cargo y afrontar el revanchismo de los “Libertadores”. Su último logro, la “Guía de Bibliotecas Argentinas” pronta a despacharse a todas las Bibliotecas Populares fue sacada de circulación y quemada por orden del periodista Adolfo Lanús, nuevo Secretario de Prensa de la Presidencia, durante el gobierno de los fusiladores Aramburu y Rojas. El motivo para la quemazón fue para ellos muy simple: tenía adelante en la portada una foto del presidente constitucional Juan Domingo Perón. El digno y olvidado Luis Horacio Velázquez falleció el 4 de marzo de 2006.