Nació el 1º de septiembre de 1949. Carlitos “El Momia” Ventura (bautizado así por su parquedad) era estudiante del Policlínico platense en la ciudad de las diagonales. Serio, circunspecto y engominado. Cuadro político de sólido rigor intelectual llegó al Peronismo y a Montoneros de la mano de la Liga de Estudiantes Socialistas –LES-, brazo universitario de los Comandos Populares de Liberación (CPL), escisión revolucionaria, nacionalista y popular del Ejército Revolucionario del Pueblo, conocido como ERP-22 de Agosto. Militaba en la estructura de Sanidad. Su compañero de militancia, Jorge “Chiqui” Falcone en su libro “Memorial de guerra larga” dice sobre él: “Un día me contó que había tenido que probar la efectividad de ciertas dosis de cianuro fraccionadas en cápsulas y que las había testeado con gatos abandonados en el Jardín Botánico. Eso motivó una larga conversación sobre la idea de autoeliminación en situaciones límites como reserva del derecho a ganar la última batalla. (…) La defección en cautiverio de una compañera muy cercana a él, Malena “Gorda Lucrecia” Mainer, que a su vez nos ocasionó múltiples bajas, nos llevó a conversar a fondo sobre la tortura y la posibilidad de la traición. Yo inquiría sobre la volubilidad de la condición humana, que nos puede tornar héroes o villanos de un momento a otro. Fue entonces cuando “El Momia” desplegó una de sus reflexiones que, a lo largo de esta dura lucha, se me tornarían inolvidables: ‘El hombre es capaz de la mayor grandeza y la peor canallada’. Ambas facetas coexisten como una taba que gira en el aire. Siempre hay circunstancias que nos prueban, y entonces la historia nos toma una instantánea que dura para siempre…”. Jorge Falcone, sabría con el tiempo que “El Momia” no defeccionó, no traicionó. Violando todo criterio de autopreservación, pese a saber que aquel había caído en manos de la represión (28-3-77), Falcone fue a una cita preestablecida en más de una oportunidad. Más adelante se enteró que Ventura fue brutalmente torturado, durante los días en que él iba a su encuentro. “Aquella taba en vuelo de la que hablaba había caído para siempre, del lado de la luz”, escribió, con cierto dejo de admiración.