Efraín Fernando Villa Isola. Argentino, nacido en Orán, Salta, un 30 de noviembre de 1941. Detenido en Monteros, Bolivia, por la policía del altiplano, al estar sin documentos de identidad. Eso fue un 29 de agosto de 1976; otro registro dice que fue, el 1º de julio del mismo año. Conocida su filiación, fue entregado con otras dos víctimas, en La Quiaca, a personal de seguridad argentino ligado a la Policía Federal. Fue visto con vida en el CCD Automotores Orletti antes de su asesinato. Efraín Villa, “El Efra”, fue parte de la experiencia guerrillera de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) en Taco Ralo en 1968, haciendo de enlace entre el monte y la ciudad; en esos momentos por su juventud le decían “Chango”. Cantaba y tocaba muy bien la guitarra y además más adelante, fue un artista plástico que siempre puso su obra al servicio de la causa popular, haciendo, por ejemplo, el mural del salón de entrada del gremio de la FOTIA en Tucumán donde se rinde homenaje a Hilda Guerrero de Molina (ver su registro). Los entendidos, catalogaban a sus pinturas “como un mundo de fantasía, de tono onírico, absolutamente alejado de la lacerante neo-figuración”. Estudiaba y enseñaba en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad tucumana. En la página web del sitio “Parque de la Memoria” lo dan como integrante del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) al momento de su secuestro y posterior desaparición. Su hermano Jorge asevera que a principios de los ’60 (vuelvo a la experiencia guerrillera), Efraín se fue a estudiar Arte a la ciudad de La Plata y allí conoció a “La Negra” Amanda Peralta (ver su registro) y a otros compañeros que luego formarían las FAP; de vuelta en sus pagos tucumanos, rápidamente se integró al proyecto político-militar aludido. Osvaldo Delmonte, historiador, me comenta que “el Chango Villa Isola está desaparecido, pero no olvidado. Hoy tiene nombre y apellido y por suerte una reproducción de su mural destruido por la dictadura, ha sido reinstalado en la FOTIA, como un homenaje al autor y a las trabajadoras y trabajadores, desaparecidos y asesinados del sufrido gremio azucarero. No dudo que está en el lugar que se merece y que el Chango hubiera elegido para ser recordado”.