“Tito”. “Medina”. Ex secretario académico de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Licenciado en Física. Siempre presente con su compromiso político-gremial (tanto como docente, como profesional de la Física), integró agrupaciones sindicales relacionadas con su trabajo. Con el advenimiento de la dictadura militar ahondó su compromiso y comenzó a militar en Montoneros como única manera de oponerse a la usurpación violenta del poder por parte de las Fuerzas Armadas. Entre sus logros inventó un sistema mediante el cual, cuando un teléfono lograba ser interceptado, inmediatamente se sabía el número del mismo. El 18 de noviembre de 1977 fue secuestrado por un grupo de tareas y empezó un largo peregrinar por cinco campos clandestinos de detención (Club Atlético, Banco, Olimpo, Pozo de Quilmes y ESMA) en un lapso de tres años y ocho meses de cautiverio obligado. Torturado con saña en más de una oportunidad, tuvo inteligencia para discernir que “un torturador no es un monstruo ni un marciano que el azar nos impone, sino un ser humano perverso o pervertido al que el sistema opresor ha echado mano alentándolo a interpretar ese rol”. Leamos que le pasó: “¿Dónde está Firmenich? Me preguntaba el torturador, entre descarga y descarga de la picana. Durante el segundo día de interrogatorio, estaba yo como crucificado sobre la ‘parrilla’, atado boca arriba, con los pies y las manos en cruz. Un joven oficial de la policía, llamado Tosso me aplicaba descargas eléctricas mientras me interrogaba. Yo buscaba desesperado un respiro, aunque más no fuera por algunos segundos. Contengo el aliento y contesto: ‘No te entiendo…’. Furioso me aplica una nueva descarga y repite la pregunta. ‘La pregunta la entendí, a vos no te entiendo’. Se quedó estupefacto. ¿Cómo puede ser que este infeliz, en medio de la tortura, se le ocurra hacerse y hacerme preguntas filosóficas? ¡Lejos estaba yo de filosofar! Sólo quería una tregua y, al sorprenderlo, lo estaba logrando… Sin picanearme, me pregunta: ¿Qué querés decir? Vos sos un militante y yo también –le contesto- pero estamos en bandos opuestos. Como tal te respeto. (Macanas, pero tenía que continuar la farsa). Pero, ¿no te das cuenta que estás haciendo el trabajo sucio que te ordenó alguien que está detrás de un escritorio? ¿Qué una vez que esta guerra termine ya no serás útil y te descartarán…? Dejó la picana a un lado y se sentó en un banquito junto a la ‘parrilla’ para discutir. Claro, no me desató y en cualquier momento podía seguir con la tortura, pero mientras tanto yo estaba logrando el alivio que buscaba. ‘A lo mejor tenés razón’ me dijo, pero mis colegas y yo estamos organizados. Buscaremos a esos burócratas y los reventaremos. ‘¡Sos más boludo de lo que suponía!’ repliqué. Vas a terminar en esta misma ‘parrilla’ y alguien te estará picaneando a vos. ¿No ves que ustedes son unos ‘forros’ que se usan y se tiran? Enfurecido, me dio un último picanazo y se fue, dejándome solo, atado sobre la ‘parrilla’. A la media hora vino otro torturador a continuar la tarea. ¡Media hora que yo había logrado de tregua! Verlo como un ser humano me permitió buscar y encontrar su punto débil y ejercer algún control sobre él”. Lo dejaron en libertad vigilada en agosto de 1981. Hasta ese momento lo usaron como mano de obra esclava haciendo reparaciones electrónicas y tareas de bricolaje, colaboración que vale la pena aclarar no contrariaba en lo más mínimo sus principios éticos siempre presentes, aún en esas condiciones extremadamente desfavorables. Es más, alguna vez, luego se supo, lo mandaron a arreglar una picana descompuesta y sin decir nada a nadie, le bajó los voltios –sin que se dieran cuenta los verdugos, obviamente-, cosa que fuera más bancable para los futuros torturados. Otro caso que muestra su comportamiento solidario ante la adversidad puede leerse en la reseña de su compañero de militancia Jorge Israel Gorfinkiel en esta misma página web. Con el regreso de la democracia, Villani ofreció valiosos testimonios en diversas causas judiciales. Se dio a la tarea durante muchos años de anotar todo recuerdo sobre los años de su secuestro, y gracias a ello aportó datos fundamentales sobre represores, campos clandestinos de detención y sobre personas secuestradas y desaparecidas. Con Fernando Reati escribió “Desaparecido: memorias de un cautiverio” (Editorial Biblos. 2011). Luego de su liberación trabajó en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y se afilió a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) Capital, cuando el gremio se encontraba bajo la conducción del dirigente Germán Abdala (ver su registro). Por más de 15 años participó en las luchas del sector de Ciencia y Tecnología de ATE. Mario César Villani a los 81 años de edad falleció el jueves 11 de febrero de 2021. Sus compañeros de militancia política y gremial lo despidieron con el sentido e infaltable: “¡Hasta la victoria siempre, Mario!”.