Roberto
Baschetti

Vivar, César Roberto

Falleció en 2010. Peronista revolucionario de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, Comenzó su militancia en la Juventud Peronista Regional VII, en la Unidad Básica “Mártires de Trelew” (que estaba situada en la esquina de Tucumán y Belgrano) de donde salieron los diputados provinciales de J.P. Jovito Rossell y Pablo Ramos. Con motivo de su reclusión forzada durante la última dictadura cívico-militar en la cárcel de Rawson durante 5 años, escribió sus memorias como militante, siendo las suyas, una de las más logradas en tal sentido. De ahí extraigo: “¡Montoneros Carajo! ¡Montoneros carajo! Así entramos gritando a Buenos Aires en la noche del 20 de junio (de 1973) y el clima era peor que el de un velorio; casi diría que era otro anuncio de lo que se venía. De un auto bajaron unos tipos que pidieron que no dejáramos de joder… Buenos Aires es una tremenda ciudad y todo aparece vivo a cada esquina desde Troilo a Gardel ó Perón. Pero a nosotros venidos del Sur, como avanzada nos pusieron ‘Operación Masacre’ con la presencia en vivo de Cedrón, Julio Troxler, Envar El Kadri; eso nos animaba a todo, a cualquier aventura porque el resultado sería una sociedad justa (…) Este puto viento, sigue emperrado en soplar en esta celda por debajo de la cama, frío como la muerte, nos quiere joder, pero tengo que poder soñar con cosas nuevas… en la cárcel recordar la vida es soñar, en la vida el sueño es lejano o irreal. En libertad no se recuerda tanto, preso, recordás hasta gastar la memoria. Todo es un recuerdo para pensar en vivir, desde las mujeres a las luchas o desventuras. Pero me parece que el sueño me está venciendo, aunque ese maldito viento parezca un huracán y yo siga desesperado luchando por ser un ser humano más que un mártir”. César Vivar, ex militante de superficie de Montoneros, recuperó su libertad en agosto de 1981 con la orden impartida por un capitán del ejército de ‘no hablar con políticos o gente de los derechos humanos”. Sin nada, empezó a pucherear (se ganaba su sustento diario) en un humilde centro comunitario donde enseñaba a hilar lana. Un mes después –cuenta- “Kirchner que era abogado y me conocía, vino a mi casa y me consiguió trabajo en ‘De Dios Automotores’, cliente de su estudio. Y cuando corrí peligro de una nueva detención, arregló para que la concesionaria me trasladara a Río Turbio. Siempre le voy a estar muy agradecido a este compañero”. Su amigo Juan Vilaboa resalta cualidades de César Roberto Vivar con motivo de su deceso: “Con César se va un tipo que supo hacer política junto a la gente, llegando a los problemas y buscando a los funcionarios para que cumplan con aquello que dijo Evita ‘donde hay una necesidad hay un derecho’. La Junta Vecinal Güemes, la Biblioteca Jauretche, las Unidades Básicas, todos fueron para el Negro los espacios, para buscar llegar a los necesitados. César fue un preso político y esa tremenda circunstancia marcó su vida (…) Acá nos quedaremos con los puños apretados, tratando de comprender lo irreversible. Esperando que un día nos volvamos a juntar con los que se fueron antes, con Daniel (Toninetti), con Mariano (Tierno), con Jovito (Rossell), con Laura (Manso) y tantos otros. En tiempos de utopías decíamos que había que levantar la bandera y llevarla a la victoria. Ahora nos cuesta creer que somos héroes, que tenemos banderas tan capaces de alcanzar el paraíso; preferimos ser humanos, llorar al amigo… Para recordar las mil cosas que vivimos, para seguir creyendo que un mundo mejor es posible. Hasta tanto, le pedimos a toda su familia la cristiana resignación, nosotros vamos a tratar de seguir… Chau César… Nos vemos”. Otro compañero entrañable y amigo de Vivar, Jorge Layana, que vivía a la vuelta de su casa y ambos a dos cuadras de ‘Lupo’ Kirchner, lo homenajea de éste modo: “Viendo a esos dos hijos de puta en el banquillo: A Videla cayéndosele la mandíbula y a Menéndez con un pálido destello de su ferocidad, con discurso patético y ridículo, me acordaba que esto, el Negro César no lo pudo ver. Ese chilote de las pensiones de la vuelta, el de la infinidad de tachos a la hora de acarrear agua en la esquina del ‘Gardelito’. El que ponía el cuerpo si alguno se me venía al humo a la salida del colegio salesiano. El de la J.P. y la ‘Mártires de Trelew’, que cumplió con la orden del paso a la clandestinidad; orgánico, fiel, leal. El que se comió la cana en Rawson en los mejores años de su vida. El que, a la vuelta, seguía hueveando con la vecinal, las viejas, que las tejedoras, que el agua, que las cloacas, a ver a no sé a que funcionario…Con su paso cansino, sus pantalones caídos y su carpeta desorejada, el Negro César Roberto Vivar no dejó nunca de caminar. Esa sonrisa en su cara morena parecía más blanca. Ahora lo sé, era su almita que asomaba. Negro querido, como te lloro, ahora que todo parece más fácil vos no estás (…) Acá lloramos tu ausencia cuando paradójicamente toda va mejor. Extrañamos ‘tu querida presencia’. Vos, un militante popular de los miles que hicieron tanto y recibió tan poco. Un hombre bueno que me honró con su amistad”.