Roberto
Baschetti

Zatylny, Ricardo Héctor

Nacido el 21 de septiembre de 1955. El mismo día que cumplía 21 años y en tanto pasaba de la manera más rápida que podía el servicio militar obligatorio en el Batallón de Arsenales 601 “Esteban de Luca”, un 21 de septiembre de 1976, a las 4 de la madrugada una patota armada y uniformada con pantalones color arena y que se identificaron como “Policía Federal” para culpar a otros, irrumpió en su domicilio (Gorriti 3071, Boulogne, partido de San Isidro, provincia de Buenos Aires) y se lo llevó detenido. Zatylny le dijo a su madre que avise en el cuartel sobre lo sucedido. Allí fue esta noble señora al otro día y logró entrevistarse con el jefe de la unidad, el coronel Eduardo Abud, quien le aseguró que, para él, el hijo de ella gozaba de un “alto concepto” y sugirió que el secuestro podría haber venido por el lado de los “subversivos”. Con el tiempo se supo que el cínico de Abud estaba a cargo de los CCD “Pozo de Quilmes” y “Puesto Vasco” y era por lo tanto un represor sanguinario y consumado. Ricardo Héctor Zatylny militaba en una barriada popular de Villa Adelina en el comedor de una parroquia donde ayudaba a los necesitados. Militante de Juventud Peronista y Montoneros, según un compañero de la zona que quedó con vida –de apellido Marcelo Noguer- quien declaró años más tarde que Zatylny sumaba información del aparato represivo militar en el cuartel, y pasaba la misma a su organización peronista revolucionaria hasta que fue descubierto, secuestrado y desaparecido (asesinado). El Ejército Argentino lo hizo pasar por desertor como en todos los demás casos cuando asesinó conscriptos. Su hermana Betty, lo recuerda de este modo: “Aunque te parezca mentira aun hay gente que dice: ¡¡Por algo será!! Yo sé que sí… que fue por algo que hoy no estás con nosotros. Fue por querer un mundo mejor, por luchar contra las injusticias, por odiar la brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada. Tu lucha fue tratar de enseñar a vivir mejor, por enseñar a alzar la voz, por enseñar a pensar. Te extraño hermano y estoy orgullosa de lo que hacías, no me consta que hayas levantado un arma, es más, estoy segura de que estabas en contra de ellas, tu lucha fue con las palabras, con el ejemplo, con el trabajo en los barrios humildes. Diste tu vida por tus ideales, no te juzgo, te admiro. Estas en mi corazón todos los días de mi vida”.