Para quien quiera saber hasta los más mínimos detalles de la vida del “Patito” Zuker, me apresuro a recomendar el libro que escribió su hermana Cristina: “El Tren de la Victoria. Una saga familiar” editado en 2003 y en cuya contratapa puede leerse: “A través de este libro creo haber obtenido una pequeña victoria sobre el enemigo genocida. Aunque no me devuelvan su cuerpo, sus sueños de justicia estarán vivos para siempre en el inviolable cementerio de la memoria”. Zuker nació el 24 de febrero de 1955 en el barrio de Constitución, en el seno de una familia judía bohemia de clase media, donde descollaba por su actividad teatral y luego cinematográfica y televisiva, su padre, también llamado Marcos. El “Patito” Zuker fue militante estudiantil secundario en 1972 y su identificación con el peronismo, hizo que estuviera entre los fundadores de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) ese mismo año, integrando inclusive la conducción de la Regional I de dicha agrupación. En 1974 pasó a militar en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en la Facultad de Derecho de la UBA. Para 1975 ya es un cuadro montonero que actúa en la clandestinidad. En 1977 es apresado, pero por gestiones de su padre ante altos funcionarios de la dictadura es liberado. Sale por Brasil y se radica en España. A principios de 1979, desolado por lo que pasa en la Argentina y la caída de queridos compañeros con los que compartía un ideal, toma la decisión de prepararse para sumarse a la contraofensiva de su organización. Inclusive realiza un curso como integrante de la tropa especial de infantería (TEI) montonera en El Líbano. Retorna a su patria para realizar diversas acciones militares de hostigamiento a las fuerzas represivas, entre las que se encuentra la voladura de la casa del Dr. Walter Klein, un economista cipayo, aliado de Alfredo Martínez de Hoz. Regresa a España y se anota para una segunda tanda de acciones, por lo que en febrero de 1980 regresa a la Argentina. El 29 de ese mes un grupo de tareas del Primer Cuerpo de Ejército y el Batallón 601 de Inteligencia Militar lo “chupan” en una cita con otro compañero. El sargento Nelson Ramón González –ex miembro de un grupo de tareas- en un reportaje que le hicieron cuando imperaba la impunidad en la Argentina, afirmó que el general Cristino Nicolaides luego de torturas ordenó fusilarlo en el polígono de tiro de Campo de Mayo. Extraigo un párrafo de la carta que le escribe Zuker a su compañera Marta Elina Libenson (luego también desaparecida) desde El Líbano: “Creo que la vida de los hombres está signada por el amor, pero en la vida de los mejores hombres, el amor es una entrega también al pueblo del que forman parte y a la patria en que nacieron. Los otros son mediocres. Nosotros tenemos que vivir en el sentido más real que esas palabras significan, y si es necesario morir como valientes”. Eso hiciste “Patito” quedáte tranquilo, descansá en paz. Y hasta tendrás tiempo para ser feliz, cuando te enterés que, en el año 2001, la tribuna popular del club de tus amores, Defensores de Belgrano, lleva tu nombre para siempre. Paradojas de la historia y de la geografía urbana, una calle casi siempre desierta separa ese estadio, de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en el barrio de Nuñez. Y más acá en el tiempo, a 40 años de su secuestro, el viernes 28 de febrero de 2020 (realmente lo secuestraron el 29) se inauguró en el mismo estadio un mural con su cara y su camiseta del “Defe” y de fondo una bandera con los colores del “Dragón”; dirección exacta Comodoro Rivadavia 1450 a media cuadra de Avenida del Libertador General San Martín. Propiciaron el homenaje la agrupación que lleva su nombre, el Partido Justicialista de la comuna 13, el Espacio Memoria y Derechos Humanos y el propio club del Bajo Nuñez.